viernes, 28 de noviembre de 2014

Apariencias


  Mientras leía y releía la misma línea sin llegar al verdadero contenido de las letras que desfilaban ante sus ojos, pensaba en la mejor pose para hacer creíble su papel. Era nuevo y quería dar una buena impresión, ¿y por qué no habría de lograrlo? Cuando cogió el avión después de recibir aquella llamada de teléfono, tenía el estómago algo revuelto y no entendía por qué. Nunca había tenido miedo a volar. Él era un hombre seguro de sí mismo, con una gran capacidad para congeniar con cualquier persona. ¿Qué problema podría tener? Después de todo, aquella era la oportunidad que llevaba tiempo esperando, quería cambiar de aires, conocer gente nueva y salir de su rutina.
  Volvió de nuevo al principio del párrafo, pero no podía concentrarse… Nadie, absolutamente nadie, debía notarlo. Sintió que alguien lo observaba desde el ángulo opuesto de la habitación, pero decidió mantener la calma. “Profesor Martínez, ¿puedo hablar con usted?” Giró su cabeza y mostró una amplia sonrisa. “Por supuesto”. Dejó a un lado el libro y  se levantó. Ella señalaba en los apuntes sus dudas, él seguía el dedo juvenil como si buscara en un mapa el tesoro.
  Después de varios segundos sintió pánico, balbuceó unas palabras ininteligibles. Ella lo miraba sorprendida, él sudaba. “Profesor, ¿se encuentra bien?”. Su boca estaba seca. “No te preocupes, ¿puede esperar tu duda hasta mañana?” “Sí, claro”.

 De nuevo leyó y releyó la misma línea, las letras le eran oscuras, extrañas. Y descubrió que era cierto. Había olvidado cómo interpretarlas. 

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