lunes, 2 de febrero de 2015

Sonrisas



Elena tenía aspecto de ir de puntillas por la vida, odiaba llamar la atención. Por eso en su primer día de trabajo había decidido ir de negro, también porque la adelgazaba. No quería ser vista como una intrusa, ni como una más de las típicas “Quítate tú para ponerme yo”. Eso era algo que odiaba y desgraciadamente abundaba mucho este tipo de personal. Cuando entró, no quería que se notara que era nueva. Ya lo había vivido muchas veces para volver a pasar por ello. 
Esa mañana no había sido la que esperaba. Vivía a unos cuantos kilómetros y el coche la había dejado “tirada”, menos mal que había sido justo en la calle a la que se dirigía. Además, no había pegado ojo, había vuelto a dormir mal. Subió las escaleras y la primera persona con la que se encontró trabajaba en su mismo departamento: “Ropa interior para señora”. Carmen enseguida supo que era “la nueva”. Se mostró amable, pero apenas le señaló dónde estaba la caja registradora y poco más. Después desapareció rápidamente y no supo de ella en todo el día.
Ya era casi la hora de apertura al público, se vio sola y decidió tomar en algo la iniciativa. Vio un maniquí instalado con muy poca gracia en un lateral y decidió trasladarlo hacia el lado opuesto de la planta. Las horas transcurrieron rápidas y pronto se llegó al cierre. Pensó que al menos, no había pasado nada que supusiera un problema. ¡Prueba superada! Y se dirigió a donde estaba su coche. ¡Vaya! Había olvidado por completo la primera contrariedad del día ¿Y ahora? Justo detrás Julio, otro compañero de trabajo, estaba abriendo su coche. No se atrevió ni siquiera a dirigirse a él, apenas habían cruzado un par de miradas y ni siquiera se habían presentado. -¿Te puedo ayudar?- dijo desplegando su sonrisa de estoy aquí para lo que necesites…- Creo que es la batería.- ella se sentía muy incómoda, no quería ser vista como la nueva torpe.- Eso me pasó a mí hace dos meses. No sé cómo las están fabricando últimamente- le respondió con mirada de me equivoco como tú.
Elena, se sintió algo más aliviada, pero el problema continuaba estando allí. -¿Sabes de algún taller que no esté cerrado a estas horas y que quede cerca?-  despliegue de sonrisa soy encantador -No te preocupes, tengo unos cables y te descargas algo de la mía- ¡Genial!, podría llegar a casa antes de las doce de la noche. Él se despidió servicial. Ella, cansada.
-¿Qué tal el coche? ¿Te dio problemas?, sonrisa de buenos días. –No, todo perfecto. Gracias. Tenía sus características ojeras y la verdad es que no tenía fuerzas para entrar en el juego de la seducción. Julio se despidió sonriendo con cara de cuánto trabajo hay pero no importa. Elena ya no lo soportó más y vertió su vaso de café sobre una prenda justo cuando el jefe de planta pasaba a su lado. –Señorita, está despedida. –

Al fondo, él le mostró dos sonrisas, la de qué malo es nuestro jefe y la de me solidarizo contigo. Ella recordó por qué no sonreía.