Elena tenía aspecto de ir de puntillas por la
vida, odiaba llamar la atención. Por eso en su primer día de trabajo había
decidido ir de negro, también porque la adelgazaba. No quería ser vista como
una intrusa, ni como una más de las típicas “Quítate tú para ponerme yo”. Eso
era algo que odiaba y desgraciadamente abundaba mucho este tipo de personal.
Cuando entró, no quería que se notara que era nueva. Ya lo había vivido muchas
veces para volver a pasar por ello.
Esa mañana no había sido la que esperaba.
Vivía a unos cuantos kilómetros y el coche la había dejado “tirada”, menos mal
que había sido justo en la calle a la que se dirigía. Además, no había pegado
ojo, había vuelto a dormir mal. Subió las escaleras y la primera persona con la
que se encontró trabajaba en su mismo departamento: “Ropa interior para
señora”. Carmen enseguida supo que era “la nueva”. Se mostró amable, pero
apenas le señaló dónde estaba la caja registradora y poco más. Después
desapareció rápidamente y no supo de ella en todo el día.
Ya era casi la hora de apertura al público,
se vio sola y decidió tomar en algo la iniciativa. Vio un maniquí instalado con
muy poca gracia en un lateral y decidió trasladarlo hacia el lado opuesto de la
planta. Las horas transcurrieron rápidas y pronto se llegó al cierre. Pensó que
al menos, no había pasado nada que supusiera un problema. ¡Prueba superada! Y se
dirigió a donde estaba su coche. ¡Vaya! Había olvidado por completo la primera
contrariedad del día ¿Y ahora? Justo detrás Julio, otro compañero de trabajo, estaba abriendo su coche. No se atrevió ni siquiera a dirigirse a
él, apenas habían cruzado un par de miradas y ni siquiera se habían presentado.
-¿Te puedo ayudar?- dijo desplegando su sonrisa de estoy aquí para lo que
necesites…- Creo que es la batería.- ella se sentía muy incómoda, no quería ser
vista como la nueva torpe.- Eso me pasó a mí hace dos meses. No sé cómo las
están fabricando últimamente- le respondió con mirada de me equivoco como tú.
Elena, se sintió algo más aliviada, pero el
problema continuaba estando allí. -¿Sabes de algún taller que no esté cerrado a
estas horas y que quede cerca?- despliegue
de sonrisa soy encantador -No te preocupes, tengo unos cables y te descargas
algo de la mía- ¡Genial!, podría llegar a casa antes de las doce de la noche.
Él se despidió servicial. Ella, cansada.
-¿Qué tal el coche? ¿Te dio problemas?,
sonrisa de buenos días. –No, todo perfecto. Gracias. Tenía sus características
ojeras y la verdad es que no tenía fuerzas para entrar en el juego de la
seducción. Julio se despidió sonriendo con cara de cuánto trabajo hay pero no
importa. Elena ya no lo soportó más y vertió su vaso de café sobre una prenda
justo cuando el jefe de planta pasaba a su lado. –Señorita, está despedida. –
Al fondo, él le mostró dos sonrisas, la de
qué malo es nuestro jefe y la de me solidarizo contigo. Ella recordó por qué
no sonreía.