El cuarto de baño es amplio y la
luz de una ventana inunda toda la estancia llena de una nube de vapor de agua.
En la bañera, una mujer delicada y frágil, parece reposar en un sueño placentero
y sensual. Sus piernas cuelgan por los bordes descuidadamente.
Por el pasillo se oye un taconeo
acelerado que se acerca a la sala de estar.
-¡Niño, qué harta estoy de trabajar…!
Él, sentado en el sillón, la mira con hastío mientras apura la última gota de su lata de cerveza. El televisor parlotea de fondo:”Duodécimo día en el Juicio del 11-M…”
-¡Qué sabrás tú lo que es
trabajar! Yo sí que estoy derrengado- contestó con ceño malhumorado.
-¡Calla a ese chucho de una vez!
Ella le pregunta con voz tranquila
-¿Por qué has llegado tan tarde?
-¡No empecemos!
-Niño, ¿ya no me quieres?
Pero él ya ha salido dando un portazo.
La sangre, espesa y tibia, resbala desde su
mano hasta las baldosas negras y blancas. El perro lame el pequeño charco…