Cogió el
paquete, lo observó y fantaseó acerca de su contenido. Era una
mañana de Reyes en que todos habían ido a la casa de los abuelos
como era costumbre. Sus hermanas alegres intentaban abrir su regalo,
era enorme y en su envoltura se encontraban los nombres de ambas. Era
un regalo para compartir.
Ella seguía
pensando en qué contendría el suyo, lo volteó varias veces, lo
agitó. Parecía un rodillo. Con el rabillo del ojo, seguía mirando
como las niñas rasgaban el papel por el que se vislumbraba un color
rojo acharolado y muy brillante.
Miró de
nuevo lo que tenía entre las manos ¿Sería un emboque o perinola?
Algo hacía que no se decidiera a abrirlo. Las niñas daban palmadas
de alegría: "¡La cama para las Nancys!" Rompió el papel
de color beige con pequeñas margaritas y cogió el cepillo para el
pelo. Miró hacia los lados y escrutó con su mirada a los mayores
que las rodeaban. Giró el cepillo hacia todos los lados.
Fue justo en
ese momento cuando se dio cuenta de que su visión de sí misma no
coincidía con la de los demás. Intentó contener sus lágrimas,
pero no pudo. Al fin y al cabo, tan solo era una niña de once años.
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