domingo, 6 de mayo de 2018

La tela de araña




Justo cuando el sol cae de plano, en pleno mediodía, la tela mece a su dueña. Solo en ese momento se muestra visible y destaca sobre el fondo oscuro de la madera del techo del que también pende una incipiente rama de hiedra. Cuando la miro me preguntó por qué habrá elegido ese preciso lugar esquinado. Las gotas de lluvia también son su enemigo pues como en un collar, se enhebran dando visibilidad a la trampa mortal.

Cuando subía las largas escaleras solía cambiar su postura, dejaba de dar los saltitos característicos de su forma de caminar y una nube de parsimonia lo envolvía. Parecía como si una pátina de seriedad lo recubriera como por arte de magia con tan solo pisar el primer peldaño. Tenía muy claro que una cosa era el trabajo y otra su vida. Era como si este lugar no formara parte de su mundo, el real. De fondo sonaba "True" de Spandau Ballet ¡Bonita ironía! ."Le compré un boleto al mundo..."
Odiaba los "malos rollos" y tan solo el pensar que tenía que enfrentarse a ellos le producía dolor en el estómago.
Aquella mañana de lunes entró con energía y decidido a que todo cambiara. Ya no lo soportaba más, no quería seguir siendo el árbitro de aquel partido de tenis cuyas protagonistas lanzaban la pelota cada vez más rápido. El último "Ace" había sido determinante. Tenía que solucionarlo aunque no sabía cómo. - "Buenos días, Mary Ann"- intentó decirlo de la forma más aséptica posible pues desconocía si hoy teníamos jaqueca o mal de amores. - "Buenos días, Elvis"- contestó sin levantar la vista y casi sin mover los labios. Él suspiró profundamente e intentó disimular su malestar. Se sentó en su puesto y prosiguió con sus pensamientos, buscando maquiavélicas soluciones. En cinco minutos entró en la sala Marga, arrolladora como siempre. -"Buenos días a todos, menos a una"- y miró de reojo buscando el efecto de sus palabras. Esto ya era demasiado, pensó.

La araña se mueve por el hilo dando la sensación de torpeza, incluso parece caminar hacia atrás o mejor dicho de lado, igual que un cangrejo diminuto. Las ondas vibratorias que se producen en su tela la avisan de que el primer plato ya está listo. Y su víctima se mueve desesperadamente y en su inocencia no se da cuenta de que está hilvanando su destino hacia una muerte segura.

A Elvis ya solo le quedaba una última carta que jugar. Sentía asco de sí mismo, pero no había otra solución. Intentó recordar cómo lo hacía normalmente, estaba algo desentrenado. Hacía tiempo que no jugaba y eso quieras o no, se nota. Mary Ann se levantó hacia el dispensador de agua cercano y llenó su vaso, inclinándose levemente hacia este. Él la siguió con la vista y decidió actuar. -"Qué calor hay estos días, creo que hoy ya me he bebido tres litros de agua"- mientras lo decía le tocó con suavidad la cintura y le dedicó la mejor de sus sonrisas. Ella, por un momento lo miró sorprendida, pero rápidamente sus facciones se relajaron y le devolvió la suya.

"Vaya, parece que funciona"- pensó mirando la pantalla del ordenador, cavilando acerca de cuál sería el siguiente paso. Las mujeres con las que compartía la estancia, parecían haber firmado un pacto de no agresión momentáneo, al menos Mary Ann había dejado su gesto serio.

El arácnido se muestra repentinamente ágil y se desliza con rapidez hacia su presa, la envuelve rápidamente en su tela pegajosa, dejándola en estado catatónico. Se frota las patas sintiendo en sus papilas gustativas el sabor del banquete que le espera.

Mary Ann se acercó a su mesa con algunos folios en la mano, él levantó la vista y se encontró con su escote.- "¿En qué momento había desparecido el suéter de cuello cisne de esta mañana?- pensó. -"Elvis, necesito que me ayudes. Tengo un problema y no veo el modo de solucionarlo"- "Sí, claro. Dime"- contestó. Ella miró hacia los lados y acercó los labios a su oído. "Prefiero, comentarlo en otro sitio". La miró sorprendido y asintió.

Aquello quizás estaba yendo demasiado lejos, pero él había hecho la primera jugada y ahora ella estaba moviendo sus fichas. La siguió por el pasillo hasta un lugar más privado. Ella frenó en seco, se volvió y le metió la lengua hasta las entrañas.

La araña estaba entretenida degustando su festín. Las gotas de lluvia habían hecho más pesados los hilos que ya casi rozaban la tierra. Con gran elegancia y delicadeza un insecto se movía bebiendo el agua que caía lentamente, sus pasos casi eran imperceptibles. Miró fijamente la escena y juntando sus patas delanteras a modo de oración previa, de un salto los engulló.