Justo cuando
el sol cae de plano, en pleno mediodía, la tela mece a su dueña.
Solo en ese momento se muestra visible y destaca sobre el fondo
oscuro de la madera del techo del que también pende una incipiente
rama de hiedra. Cuando la miro me preguntó por qué habrá elegido
ese preciso lugar esquinado. Las gotas de lluvia también son su
enemigo pues como en un collar, se enhebran dando visibilidad a la
trampa mortal.
Cuando subía
las largas escaleras solía cambiar su postura, dejaba de dar los
saltitos característicos de su forma de caminar y una nube de
parsimonia lo envolvía. Parecía como si una pátina de seriedad lo
recubriera como por arte de magia con tan solo pisar el primer
peldaño. Tenía muy claro que una cosa era el trabajo y otra su
vida. Era como si este lugar no formara parte de su mundo, el real.
De fondo sonaba "True" de Spandau Ballet ¡Bonita ironía!
."Le compré un boleto al mundo..."
Odiaba los
"malos rollos" y tan solo el pensar que tenía que
enfrentarse a ellos le producía dolor en el estómago.
Aquella
mañana de lunes entró con energía y decidido a que todo cambiara.
Ya no lo soportaba más, no quería seguir siendo el árbitro de
aquel partido de tenis cuyas protagonistas lanzaban la pelota cada
vez más rápido. El último "Ace" había sido
determinante. Tenía que solucionarlo aunque no sabía cómo. -
"Buenos días, Mary Ann"- intentó decirlo de la forma más
aséptica posible pues desconocía si hoy teníamos jaqueca o mal de
amores. - "Buenos días, Elvis"- contestó sin levantar la
vista y casi sin mover los labios. Él suspiró profundamente e
intentó disimular su malestar. Se sentó en su puesto y prosiguió
con sus pensamientos, buscando maquiavélicas soluciones. En cinco
minutos entró en la sala Marga, arrolladora como siempre. -"Buenos
días a todos, menos a una"- y miró de reojo buscando el efecto
de sus palabras. Esto ya era demasiado, pensó.
La araña se
mueve por el hilo dando la sensación de torpeza, incluso parece
caminar hacia atrás o mejor dicho de lado, igual que un cangrejo
diminuto. Las ondas vibratorias que se producen en su tela la avisan
de que el primer plato ya está listo. Y su víctima se mueve
desesperadamente y en su inocencia no se da cuenta de que está
hilvanando su destino hacia una muerte segura.
A Elvis ya
solo le quedaba una última carta que jugar. Sentía asco de sí
mismo, pero no había otra solución. Intentó recordar cómo lo
hacía normalmente, estaba algo desentrenado. Hacía tiempo que no
jugaba y eso quieras o no, se nota. Mary Ann se levantó hacia el
dispensador de agua cercano y llenó su vaso, inclinándose levemente
hacia este. Él la siguió con la vista y decidió actuar. -"Qué
calor hay estos días, creo que hoy ya me he bebido tres litros de
agua"- mientras lo decía le tocó con suavidad la cintura y
le dedicó la mejor de sus sonrisas. Ella, por un momento lo miró
sorprendida, pero rápidamente sus facciones se relajaron y le
devolvió la suya.
"Vaya,
parece que funciona"- pensó mirando la pantalla del ordenador,
cavilando acerca de cuál sería el siguiente paso. Las mujeres con
las que compartía la estancia, parecían haber firmado un pacto de
no agresión momentáneo, al menos Mary Ann había dejado su gesto
serio.
El arácnido
se muestra repentinamente ágil y se desliza con rapidez hacia su
presa, la envuelve rápidamente en su tela pegajosa, dejándola en
estado catatónico. Se frota las patas sintiendo en sus papilas
gustativas el sabor del banquete que le espera.
Mary Ann se
acercó a su mesa con algunos folios en la mano, él levantó la
vista y se encontró con su escote.- "¿En qué momento había
desparecido el suéter de cuello cisne de esta mañana?- pensó.
-"Elvis, necesito que me ayudes. Tengo un problema y no veo el
modo de solucionarlo"- "Sí, claro. Dime"- contestó.
Ella miró hacia los lados y acercó los labios a su oído.
"Prefiero, comentarlo en otro sitio". La miró sorprendido y
asintió.
Aquello
quizás estaba yendo demasiado lejos, pero él había hecho la
primera jugada y ahora ella estaba moviendo sus fichas. La siguió
por el pasillo hasta un lugar más privado. Ella frenó en seco, se
volvió y le metió la lengua hasta las entrañas.
La araña
estaba entretenida degustando su festín. Las gotas de lluvia habían
hecho más pesados los hilos que ya casi rozaban la tierra. Con gran
elegancia y delicadeza un insecto se movía bebiendo el agua que caía
lentamente, sus pasos casi eran imperceptibles. Miró fijamente la
escena y juntando sus patas delanteras a modo de oración previa, de
un salto los engulló.