sábado, 3 de marzo de 2018

Crecer




Cogió el paquete, lo observó y fantaseó acerca de su contenido. Era una mañana de Reyes en que todos habían ido a la casa de los abuelos como era costumbre. Sus hermanas alegres intentaban abrir su regalo, era enorme y en su envoltura se encontraban los nombres de ambas. Era un regalo para compartir.
Ella seguía pensando en qué contendría el suyo, lo volteó varias veces, lo agitó. Parecía un rodillo. Con el rabillo del ojo, seguía mirando como las niñas rasgaban el papel por el que se vislumbraba un color rojo acharolado y muy brillante.
Miró de nuevo lo que tenía entre las manos ¿Sería un emboque o perinola? Algo hacía que no se decidiera a abrirlo. Las niñas daban palmadas de alegría: "¡La cama para las Nancys!" Rompió el papel de color beige con pequeñas margaritas y cogió el cepillo para el pelo. Miró hacia los lados y escrutó con su mirada a los mayores que las rodeaban. Giró el cepillo hacia todos los lados.
Fue justo en ese momento cuando se dio cuenta de que su visión de sí misma no coincidía con la de los demás. Intentó contener sus lágrimas, pero no pudo. Al fin y al cabo, tan solo era una niña de once años.