viernes, 16 de enero de 2015

La casta



Se repetía una y otra vez que era bueno en lo que hacía. Su falta de seguridad le impedía ver todo lo que había desarrollado sin apenas darse cuenta de cuánto valía. Era su primer trabajo, pero no quería que nadie lo supiera. Admiraba a todo el que llevaba tantos años en la fábrica. Lo había estudiado teóricamente, las diferentes formas, los diferentes tamaños, colores, condiciones. Sin embargo, tenía miedo a fallar. Cuando aparecieron los veteranos, les dedicó una mirada de soterrada admiración. Allí estaban ellos, los especialistas. Llevaban pulcros uniformes azules y marchaban marcialmente a sus puestos.

Con el sonido de la primera sirena la maquinaria comenzó su labor. Grandes tiras del dulce elemento se desplegaron por las cintas transportadoras. Desde arriba, las cizallas cortaban pequeños rectángulos cuyas condiciones y medidas habían sido milimétricamente estudiadas. Ahora les tocaba a ellos. Comenzaron su trabajo y los papeles multicolores parecían adquirir vida propia entre sus manos. De manera mágica fueron llenando las cajas de caramelos. La casta había cumplido con su labor.

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