Se repetía una y otra vez que era bueno en lo
que hacía. Su falta de seguridad le impedía ver todo lo que había desarrollado
sin apenas darse cuenta de cuánto valía. Era su primer trabajo, pero no quería
que nadie lo supiera. Admiraba a todo el que llevaba tantos años en la fábrica.
Lo había estudiado teóricamente, las diferentes formas, los diferentes tamaños,
colores, condiciones. Sin embargo, tenía miedo a fallar. Cuando aparecieron los
veteranos, les dedicó una mirada de soterrada admiración. Allí estaban ellos,
los especialistas. Llevaban pulcros uniformes azules y marchaban marcialmente a
sus puestos.
Con el sonido de la primera sirena la
maquinaria comenzó su labor. Grandes tiras del dulce elemento se desplegaron
por las cintas transportadoras. Desde arriba, las cizallas cortaban pequeños
rectángulos cuyas condiciones y medidas habían sido milimétricamente
estudiadas. Ahora les tocaba a ellos. Comenzaron su trabajo y los papeles
multicolores parecían adquirir vida propia entre sus manos. De manera mágica
fueron llenando las cajas de caramelos. La casta había cumplido con su labor.
Veo una acertada y gran metáfora.
ResponderEliminarAsí es. Esta palabra se escucha costantemente. Eso me ha llevado a reflexionar sobre ello.
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