miércoles, 12 de marzo de 2014

La luz del cincel sobre la piedra II


Después del esfuerzo mental y físico, limpiaba el sudor que brillaba sobre su torso. Las manos ásperas y resecas palpaban el rostro con delicadeza. Su aspereza contrastaba con la suavidad de las facciones femeninas. La piedra se mostraba fría, sin obstáculos ni estorbos, sin rugosidades que le impidieran notar una textura límpida.

    En la esquina opuesta unos ojos aterrados y escrutadores lo observan mientras piden a gritos que cese la tortura. Ahora, la mujer ha perdido su cabello, su vista, su nariz… ¿Qué será lo próximo? Se pregunta temblando. El ladrón de belleza se acerca de nuevo hacia ella, palpa su pecho, lo estudia, lo memoriza… Ella siente que le arrebata su turbidez, su suavidad…

   De nuevo, un toque, dos, tres,…Una muesca, dos, tres,…                                             

  En la habitación solo se escuchan los pasos ágiles, casi frenéticos de un lado hacia otro. Se convierte en una danza convulsa, casi diabólica. Las pupilas del hacedor centellean implacables, estudian el talle, lo moldean, lo redondean…La aspereza se encuentra de nuevo con la suavidad de  las formas. El placer es intenso…

   En la esquina del terror, el corazón ya casi no palpita. Milo regresa de nuevo. Tantea, escruta, aspira el alma, se impregna de ella. La admira, la valora, la hace suya… Ella pierde su belleza y su luz… Aquella que el cincel sobre la piedra le arrebata para que nazca Venus.

2 comentarios:

  1. Ese «ladrón de belleza» me tuvo en jaque hasta el final. Bien guardado el secreto de la seducción hasta ese momento, aunque ya se anunciaba desde el principio. Para mí, una doble interpretación a este relato bastante fino.
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    1. Gracias, sería bueno que compartieras esa doble interpretación. Me interesa mucho saber qué te ha sugerido.

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