En las
playas doradas del sur siempre se pone el sol despacio. Languidece
negándose a abandonarlas ¿Será acaso que esas tierras añaden
parsimonia a todos los que las habitan? Las olas suelen llegar mansas
a la arena que se deja mojar con pereza.
Las huellas
de unos pies diminutos aparecen justo en esa orilla. Si las seguimos
vemos que continúan hasta los palmerales que la delimitan. Allí se
pierden en la maleza...
Cuando paseo
por estos lugares siempre lo hago mirando al suelo, involuntariamente
alineo mis pies y al mismo tiempo observo toda suerte de agujeros,
restos de conchas y algas. En ocasiones, descubro pisadas de aves
marinas que se me antojan flechas que me indican qué camino seguir.
Hoy he visto
de nuevo esas formas diminutas sobre la arena y he descubierto
mensajes crípticos en ellas. Me invade el misterio del sur y me dejo
llevar por él. Me adentro por el sendero oscuro del bosque de bambú
en busca del frescor. Los rayos del sol se proyectan a través de las
ramas de manera fantasmagórica, el aire espeso y caliente me
aplasta. Siento el sudor en mi frente que resbala mojándome las
patillas, pronto comenzará el dolor de cabeza. Lucho contra él y
con esfuerzo intento desentrañar los secretos que hay en esos granos
de arena...