Se notaba que la primavera estaba cerca, las
gentes paseaban por la calle con caras de sueño. Se cruzaban por las aceras
despeinadas y entre bostezo y bostezo, también se apreciaban ojos enrojecidos y narices coloradas. Al
trasluz de los debutantes rayos de sol, se percibían las pequeñas partículas de polen responsables
de tanta desidia. Los conductores andaban más despistados que nunca. Frenazos
repentinos, conatos de atropello en los diferentes pasos de peatones que
cruzaban la rambla...
Mi caso no era distinto, andaba embebido en
mis pensamientos, no dejaba de darle vueltas al
extraño sueño con el que me había
levantado. No lo recordaba bien, pero sí sabía que tenía qué ver con algo
relacionado con el “to be or not to be”. Llevaba muchísimo tiempo sin recordar
ninguno de los que sin duda me rondarían en la noche. Aquello todavía hacía que
me preocupara más. ¿Qué tendría de especial el de hoy? Pero no lograba
recordarlo, tan solo veía levemente en mi pensamiento una urna semejante a las
utilizadas en las elecciones. De nuevo, la misma idea: “Sí o No”.
Sentí
un ligero dolor en la nuca. Alrededor, la naturaleza había reverdecido. Los
árboles que se alineaban en la acera habían adquirido una frondosidad que se me
había escapado ¿Cómo no lo había notado? ¿Tan importante era esa idea
desconocida que me rondaba por la cabeza? Respiré profundamente e intenté
luchar contra aquel pensamiento que casi se estaba convirtiendo en obsesión.
El
semáforo se había puesto en verde. Me dejé llevar por la marea peatonal y casi
si saber cómo estaba delante del taller en el que trabajaba. introduje la llave
en la cerradura, levanté la verja y al entrar pisé una carta. Tenía pinta de
ser algo oficial. Aquello borró repentinamente todo lo que me estaba
preocupando. Recordé inmediatamente cuál podría ser el motivo. Mi socia hacía
unos meses que me había propuesto dar un nuevo enfoque al negocio, se había
empeñado en que las joyas que elaborábamos estaban pasadas de moda. Sin
embargo, yo consideraba que seguían siendo vendibles ¿Hay algo más hermoso que una
línea clásica que sobrevive al transcurso del tiempo? Mi amiga, sin duda era
una bromista, había decidido comunicarme su decisión con una nota
introducida en esos sobres donde solo vienen malas noticias. “Luis, lo siento.
No logramos ponernos de acuerdo. Creo que lo mejor es que te quedes con el
taller. Ya arreglaremos cuentas”. Eso era todo. Miré alrededor, el local me
pareció enorme y las estanterías, las cajas y hasta las herramientas se
multiplicaron. ¿Y qué hago ahora con todo esto? La chispa se encendió en mi
cabeza. Sí o No. Allí estaba de nuevo el dilema ¿Con qué era eso? Me invadió
una mezcla de alivio y desencanto. Todo había acabado. Una mañana en la que me
había levantado con algo diferente en mi vida, se había convertido en algo tan
anodino como una ruptura más.