viernes, 3 de abril de 2015

El sueño


  Se notaba que la primavera estaba cerca, las gentes paseaban por la calle con caras de sueño. Se cruzaban por las aceras despeinadas y entre bostezo y bostezo, también se apreciaban  ojos enrojecidos y narices coloradas. Al trasluz de los debutantes rayos de sol, se percibían  las pequeñas partículas de polen responsables de tanta desidia. Los conductores andaban más despistados que nunca. Frenazos repentinos, conatos de atropello en los diferentes pasos de peatones que cruzaban la rambla...

   Mi caso no era distinto, andaba embebido en mis pensamientos, no dejaba de darle vueltas al  extraño sueño  con el que me había levantado. No lo recordaba bien, pero sí sabía que tenía qué ver con algo relacionado con el “to be or not to be”. Llevaba muchísimo tiempo sin recordar ninguno de los que sin duda me rondarían en la noche. Aquello todavía hacía que me preocupara más. ¿Qué tendría de especial el de hoy? Pero no lograba recordarlo, tan solo veía levemente en mi pensamiento una urna semejante a las utilizadas en las elecciones. De nuevo, la misma idea: “Sí o No”.

   Sentí un ligero dolor en la nuca. Alrededor, la naturaleza había reverdecido. Los árboles que se alineaban en la acera habían adquirido una frondosidad que se me había escapado ¿Cómo no lo había notado? ¿Tan importante era esa idea desconocida que me rondaba por la cabeza? Respiré profundamente e intenté luchar contra aquel pensamiento que casi se estaba convirtiendo en obsesión.

    El semáforo se había puesto en verde. Me dejé llevar por la marea peatonal y casi si saber cómo estaba delante del taller en el que trabajaba. introduje la llave en la cerradura, levanté la verja y al entrar pisé una carta. Tenía pinta de ser algo oficial. Aquello borró repentinamente todo lo que me estaba preocupando. Recordé inmediatamente cuál podría ser el motivo. Mi socia hacía unos meses que me había propuesto dar un nuevo enfoque al negocio, se había empeñado en que las joyas que elaborábamos estaban pasadas de moda. Sin embargo, yo consideraba que seguían siendo vendibles ¿Hay algo más hermoso que una línea clásica que sobrevive al transcurso del tiempo? Mi amiga, sin duda era una bromista, había decidido comunicarme su decisión con una nota introducida en esos sobres donde solo vienen malas noticias. “Luis, lo siento. No logramos ponernos de acuerdo. Creo que lo mejor es que te quedes con el taller. Ya arreglaremos cuentas”. Eso era todo. Miré alrededor, el local me pareció enorme y las estanterías, las cajas y hasta las herramientas se multiplicaron. ¿Y qué hago ahora con todo esto? La chispa se encendió en mi cabeza. Sí o No. Allí estaba de nuevo el dilema ¿Con qué era eso? Me invadió una mezcla de alivio y desencanto. Todo había acabado. Una mañana en la que me había levantado con algo diferente en mi vida, se había convertido en algo tan anodino como una ruptura más.