Observaba todo desde el exterior, tenía la
sensación de ir fotograma a fotograma captando cada movimiento de las personas
que lo rodeaban. En un momento dado, hasta su mano se le hizo ajena. La taza
iba y volvía desde la mesa a la boca de aquel autómata desconocido en que se
había convertido, sorbía el café sin ser consciente incluso de su sabor. A su
lado, las caras iban desfilando una tras otra mostrando sonrisas de todo tipo
desde las más inexpresivas que se le asemejaban a muecas ridículas hasta las
más hipócritas, escaparates de antiguas ortodoncias.
Tuvo
una sensación de ahogo interior y el impulso súbito de desaparecer, se
levantó y no miró hacia los lados, simplemente lo hizo y respiró.