Al bajarse del avión, se había llevado la
primera desilusión. La promesa de unas vacaciones soleadas se disipó al notar
el viento frío y el cielo encapotado. Llevaba semanas planificándolo todo,
había estudiado minuciosamente el mapa de la isla, el tipo de terreno, la
vegetación existente, los sitios a los que acudir. Solo disponía de cuatro días
en esa vida frenética que llevaba y que lo hacían desplazarse a lo largo del
globo varias veces a la semana. Sin embargo, era de naturaleza optimista y una
de sus principales virtudes era su capacidad de adaptación a las circunstancias
más inverosímiles: compartir carne de cocodrilo con los caucheros brasileños,
degustar escarabajo volador con las tribus ugandesas,…-Tendré que reorganizar
mi plan-, se dijo.
Una
vez en el hotel, uno de tantos de una impersonal zona turística, desplegó su
material, estudió los utensilios de los que disponía y la estrategia a
seguir…La montaña mágica estaba a pocos
kilómetros de allí, de ella se había hablado mucho en los últimos años. La
noticia de su posible acondicionamiento para construir en sus faldas un
balneario había desatado la polémica entre detractores y defensores del
proyecto. Afortunadamente, hacía tiempo que no se hablaba del tema. -He llegado
todavía a tiempo-, pensaba mientras ordenaba meticulosamente toda una serie de
botes de diferentes tamaños y formas.
Primero estudiaría el terreno a la luz del día, más tarde cuando el sol
hubiera caído y la oscuridad fuera total llevaría a cabo su plan.
Aquella misma tarde alquiló un todo terreno que le llevaría al lugar
exacto.
La carretera se perdía en el horizonte dando
la imagen de una serpiente negra e interminable. Al llegar al emplazamiento buscado,
escudriñó los alrededores. Era necesario que, nadie supiera de su estancia
allí.
Un
ruido de motor se iba acercando cada vez más, el destartalado vehículo deja una
nube de polvo tras de sí.
-¿Anda perdido? Le dice un tipo mal encarado
que mordisquea un habano
- No, muchas gracias. ¿Cree usted que
lloverá?
El hombre con una mirada irónica –Eso
quisiéramos, pero esa breva no caerá hoy. ¡Cuídese, cristiano!
Contrariado, coge la mochila y emprende la
escalada. No quería que hubiera testigos de su visita.
La
tarde está declinando, los grises y ocres marcan el paisaje, las piedras crujen
bajo sus pies. La montaña es frágil, quebradiza. Las lascas de traquita están
por todas partes y sus paredes muestran resquebrajaduras geométricas que
parecen haber sido esculpidas por la
mano del hombre. Entre las grietas crece algo de vegetación, en su mayoría se
trata de tuneras con enormes púas. Saca el mapa, otea el horizonte y busca el
sol adormecido, casi inexistente ya. Hacia el oeste, esa era la dirección
correcta, se dice. Apenas puede ya ver
por dónde camina sin la necesidad de luz. Rebusca en la mochila y saca uno de
tantos frontales que hacían de ojo artificial en muchas de sus andanzas. Con la
imagen de un Polifemo del siglo XXI, varea todo escaso arbusto que encuentra.
Los insectos caen atropelladamente en la trampa. El paraguas japonés: ¡Gran
invento! Se convierte en el preámbulo de una muerte segura. No está claro si la
recolección es exitosa, ya se verá mañana con la luz del día.
El aire pese a estar en una región subtropical,
es realmente gélido. Siente manar la nariz, tirita. Decide regresar de nuevo a
la carretera. Las piedras se hacen notar debajo de sus botas, crujen, gritan
lastimosamente. - ¡Maldito frío! No aguanto más aquí. Espero que haya caído –
murmura consigo mismo castañeteándole los dientes fuera de control.
La luz de su frontal parece irse debilitando,
apenas alcanza un metro cuando en condiciones normales puede abarcar hasta los
diez. Algo le roza la cara.- ¡Malditas tuneras!- Se toca la mejilla y sus dedos
se manchan de algo de sangre. Aligera los pasos, los fragmentos de la roca van
convirtiéndose en piedrecillas. A medida que avanza sobre el terreno, la
montaña parece ir deshaciéndose a sus pies. El aire frío se ha transformado en
viento. Deben de quedar unos doscientos metros para llegar a la carretera,
mientras anda entretenido en estos cálculos, algo parece estar cerca.- ¿Cabras?
Es extraño que todavía los pastores no las hayan llevado al redil. Es posible
también que sea algún animal asilvestrado por las circunstancias. ¡Cómo empuja
este viento!- Unos ojos lo observan,
tienen una mirada de desdén, de reproche al intruso que mancilla un lugar
sagrado. Camina con parsimonia, con arrogancia, como aquél que tiene la
seguridad de controlar todo el universo… Unos símbolos podomorfos le llaman la
atención, son de distinto tamaño, instintivamente los rastrea, lo llevan hacia
poniente. Un resbalón y… Los botes se desparraman por una abertura que ha
descuidado en la mochila. El tesoro entomológico se pierde y camufla en la
tierra, entre las pequeñas grietas de la montaña madre. La oscuridad no da
ocasión a recuperarlo.- ¡Me cago en…! La decepción, el enfado no le han permitido darse cuenta del propio dolor. El
tobillo se empieza a hinchar- ¡Aghh! Lo aprieta con la mano con la esperanza de
calmar el dolor que siente. Sin saber cómo ya ha llegado al asfalto, al
deslizarse ha caído justo al lado del coche. No sabe si lo que le duele más es
la extremidad o el haber perdido con seguridad, un descubrimiento importante.
Su instinto le decía que la especie era buena, sin duda. Y era su última oportunidad. Al día siguiente
comenzaba el cierre definitivo del acceso, tras numerosos debates se había
considerado la necesidad de que la montaña no fuera visitada por nadie, quedaría
prohibido la escalada o cualquier actividad en sus laderas. Diversos estudios
habían llevado a la conclusión de que el constante trasiego de caminantes y las
características de su composición geológica hacían correr el peligro de que se
deshiciera en arenisca. Además, existían en ella algunos yacimientos aborígenes
que debían de ser preservados. Cojeando, abrió el coche y se sentó. Respiró
tranquilo ¿Qué demonios le había ocurrido? ¿En qué momento perdió de vista las
huellas horadadas en la roca?
Desde arriba y pese a la negrura que lo
invadía todo, no se había perdido el mínimo detalle de lo ocurrido. El lugar
donde se une la tierra y el firmamento por fin estaba seguro. El “Axis Mundi”
seguiría en el mismo lugar donde desde
hace milenios estuvo. Madre Tierra había velado por sus hijos y los había
recuperado.