El domingo huele a carne
empanada, a papas fritas y a tierra
mojada. Los gatos pasean por el tendido y se recuestan al sol de invierno,
abren sus bocas a punto de desencajar sus mandíbulas, bostezan y descansan. Se
escuchan los ronroneos plácidos, distantes…
Los geranios, las pascuas y las santa
teresitas bordean el camino, pinceladas de color entre las piedras. Muros de
ladrillos avejentados por el paso del tiempo por entre los cuales se vislumbran
las melenas deshilachadas de las plataneras, encima una abubilla con corona de
fuego me mira intrigada, gira su cabeza, la ladea de un lado a otro, me
observa….La orina surca caminos intrincados, una piedra, un recodo… Estiro las
piernas y mis sandalias blancas se salvan de la catarata amarilla que llega
hasta ellas.
El
pájaro ya se ha ido, sólo silba la brisa
suave del alisio que mueve el pelo de mi cara y lo enreda por el
cuello…Tardes de domingo donde el tiempo se
alarga y se estanca.